Ministerio BETANIA Mayo 2002
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Nuestro sufrimiento
puede convertirse en parte de nuestro vivir si así lo permitimos. Lo mismo que el tren nos transporta de un lugar al otro,
el sufrimiento debe ser el modo de transporte que nos ayude a hacer los ajustes necesarios para poder vivir sin nuestros hijos. Por supuesto, a veces
'nos quedamos en el tren' porque se nos olvida dónde nos teníamos que bajar. De la misma manera nos quedamos en el sufrimiento
y nos cuesta trabajo salir de él, sin darnos cuenta de que el peligro está en que hagamos de nuestro dolor nuestra forma de
vivir. Tenemos varias alternativas.
Algunas personas tienen temor de dejar de sufrir pues es como si se olvidaran de su hijo/a fallecido/a, o piensan que si dejan
de sufrir están diciendo que nunca quisieron a sus hijos y convierten el sufrimiento como en un tributo al hijo/a que perdieron. Si viéramos las cosas desde una perspectiva más realista nos daríamos cuenta de que
si estas razones fueran ciertas, el amor verdadero nos requeriría un continuo sufrimiento. Otra de las alternativas
que algunas personas escogen es el no permitir que el dolor les afecte. Algunas
personas no dejan que sus emociones trabajen en ellas pues, si las dejan salir, se ahogarían. Otros piensan que sus emociones
tienen efectos negativos en ellos y en los que están a su alrededor. Tratar de escapar
de nuestro dolor y evitar enfrentar nuestra realidad es una de las formas más comunes de tratar de pasar por esto sin permitir
que nos afecte. Se piensa que, porque tengo una gran fe en Dios, este dolor no me hará efecto; porque me mantengo tan ocupado/a
o corriendo de un lado al otro con mis obligaciones es como puedo enterrar mis sentimientos junto a mi hijo/a, y así continúo
negando mi realidad. Por supuesto, la pérdida
de un hijo/a no permite llegar a una aceptación por un largo tiempo, pero el no querer entrar en el proceso del dolor y llegar
a una sanación también hace que se alargue el sufrimiento. Algo que nos puede
ayudar a enfrentarnos a la magnitud de nuestro dolor sería el no prestarle atención a aquellos que nos dicen que es hora de
comenzar a vivir de nuevo. Esto es un proceso que a cada persona le toma un tiempo diferente. Un grupo de apoyo como BETANIA es de gran ayuda, pues es el lugar donde podemos contar nuestra historia una y otra vez y donde, al mismo tiempo, podemos
relacionarla con la historia Divina, donde después de la muerte viene la Resurrección. Encontraremos que el final no es el
sufrimiento ni el dolor; el final es la vida, donde "Dios enjugará toda lágrima de nuestros ojos, y no habrá ya muerte ni
llanto, ni gritos ni fatiga porque el mundo viejo ha pasado" (Apocalipsis 21:4). Así podremos encontrar regocijo en esta vida
en el medio del dolor, pues sabemos que nos reuniremos de nuevo. Amén. |
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