Ministerio BETANIA

Para orar y reflexionar













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El amor no desaparece nunca.
La muerte no es nada,
simplemente me he ido a la pieza de al lado.
Yo soy yo, tú eres tú.
Lo que éramos el uno para el otro
lo somos siempre.
Dame el nombre
que siempre me has dado;
háblame como lo has hecho siempre.
No emplees un tono diferente.
No adoptes un aire solemne o triste.
Sigue riéndote
de lo que nos hacía reir juntos.
Ora, sonríe, piensa en mí,
reza por mí.
Que mi nombre sea pronunciado en casa
como lo fue siempre,
sin énfasis de ninguna clase,
sin nada sombrío.
La vida significa
todo lo que ella ha significado siempre,
y es lo que siempre ha sido.
El hilo no se ha cortado.
¿Por qué habría yo de estar fuera de tu pensamiento
simplemente porque estoy fuera de tu vista?
Te espero; no estoy lejos,
justo del otro lado del camino.
Como ves, todo está bien.

(Tomado de la revista
Actualidad Pastoral)

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Jesucristo me inquieta

Tengo rabia...
y El me dice que debo perdonar.

Tengo miedo...
y El me dice que debo arriesgarme.

Tengo dudas...
y El me dice que debo creer.

Estoy angustiado...
y El me dice que me tranquilice.

Siento pereza...
y El me dice que debo continuar.

Tengo mis proyectos...
y El me dice que acepte los suyos.

Tengo propiedades...
y El me dice que sea mendigo.

Tengo seguridad...
y El me dice que nada promete.

P. Zezinho, No le digas 'no' a Dios

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Padre Nuestro
y Padre de todos los que buscan
y de los que no te buscan,
de los que van a Ti y de los que de Ti se apartan,
de todos, porque a todos envuelves con tu amor.

Que estás en el cielo
y en la Tierra en que nacimos y morimos,
reímos y lloramos, en la que amamos y odiamos.

Santificado sea tu nombre
en el florecer del árbol y en la risa de las personas,
en el trabajo y en la fiesta de nuestra vida,
en la lucha por la justicia y libertad.

Venga tu Reino
hoy y mañana,
amanezca en las tinieblas de la sociedad
y de nuestros corazones,
para que se abran los caminos hacia una nueva humanidad.

Hágase tu voluntad
en nosotros y por nosotras,
para alabanza tuya y bien de la humanidad.

Así en la Tierra como en el Cielo
tu voluntad de establecer justicia y crear paz,
y llevar los unos la carga de los otros.

Danos hoy nuestro pan de cada día
y a todos los que sufren hambre.

Y perdona nuestras deudas,
la de encerrarnos en nuestros egoísmos
sin pensar en otros,
y las de vivir con tanta frecuencia
sin pensar siquiera en Ti.

Como nosotros perdonamos a nuestros deudores
lo que tanto nos cuesta y casi nos parece imposible.

Y no nos dejes caer en la tentación
de sentirnos por encima y de querer tener más que otros,
y de medir todo con la vara del propio interés.

Mas líbranos del Mal
para que siempre vueltos a Ti,
recibamos de tu rostro la bondad,
la alegría de vivir,
la gracia que Tu nos das en tu Hijo Jesucristo.

Porque tuyo es el Reino, el Poder y la Gloria
por todos los siglos.
Amén.

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Pastor que por verdes prados
nos llevas a descansar,
y nos guías cuando el valle
se cubre de oscuridad.

Pastor de tranquilas aguas
que nuevas fuerzas nos dan
cuando la fe desfallece
y aumenta la soledad.

¡La copa está rebosando
de tanto amor y bondad!
Ya ningún mal temeremos
ni nada nos faltará.

Porque tu vara y cayado,
con sus señales de paz,
nos van abriendo el camino
de la vida y la verdad.

Haznos seguir tu llamado,
Pastor de la eternidad,
para que en tí siempre unidos,
no nos separemos más.

(Tomado del Libro
Así en la tierra como en el cielo)




































Señor, enséñame a perdonar.
Es una de las acciones más humanas
que puede hacer el hombre.
Enséñame a perdonar
aunque no me lo pidan,
sin condiciones.

La venganza me aleja de Ti.
Enséñame a humillarme,
porque la vida es demasiado corta
para vivir sin abrazos.
Que tienda la palma limpia
y extienda mi sonrisa
para vaciar mi opaca herida
y llenarme de libertad.

Señor, enséñame a perdonar.
Para que en mis ojos
se refleje, nítido,
el perdón de tu cruz.

(Tomado del boletín Noti-nos - Octubre 2000)

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Una noche soñé
que caminaba por la playa.
Al caminar veía,
reflejadas en la pantalla de la noche
escenas de mi vida.
Con cada escena,
dos pares de pisadas se veían dibujadas en la arena:
unas eran mis huellas y las otras del Señor.

Al aparecer la última escena,
miré hacia atrás y observé que,
en algunos trechos de mi vida,
solo había un par de huellas.
También me dí cuenta que estos trechos
correspondían a los tiempos
más difíciles de mi vida.

Le reclamé al Señor:
"Tú me dijiste que si te seguía,
me acompañarías en todo el camino.
Pero me doy cuenta
que en los momentos más difíciles
de mi vida, sólo aparece un par de pisadas.
No comprendo por qué,
cuando más te necesitaba, me abandonaste".

El Señor me respondió:
"Te amo y nunca te he abandonado.
En los momentos más difíciles,
cuando veías solo un par de pisadas,
eran las mías.
Es que yo te he llevado en mis brazos".

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Estoy como Elías, hundido en una total depresión, solo, triste y perseguido. Ya no quiero ni comer. Me he resignado y ya no importa si lo que viene es la muerte, la sombra o nada.
Si le diste al profeta pruebas de tu presencia y amor, yo también hoy quiero escuchar tu voz como el susurro de un viento suave.

¡Si lo hiciste por Elías, házlo tambien por mí, Señor!

Me tiré al agua convencido. Igual que Pedro. Anhelo seguirte donde quiera que vayas. Pero, Señor, me ahogo! Las aguas me cubren y con urgencia quiero salir. ¡Sálvame, Jesús! Que tu mano segura, firme y amorosa me levante de la tormenta.

¡Si lo hiciste por Pedro, házlo tambien por mí, Señor!

No saber qué hacer. La duda duele, carcome. ¿Cuál es tu voluntad? ¿En verdad es eso lo que me pides? ¡Sufro tu silencio, necesito una respuesta! Abraham por poco mata a su hijo buscando serte fiel. Dame, oh Dios, el convencimiento de que todo ya lo hiciste por nosotros en Jesucristo, hasta entregar la vida de tu propio hijo por mí.

¡Si lo hiciste por Abraham, házlo tambien por mí, Señor!

Ha llegado la noticia. ¿Sabes, Señor, lo que significa perder a alguien que amas? Ya no está, y yo le quería y le necesitaba. No era su momento, tampoco el mío para verle partir. Ni siquiera pude despedirme. ¡No puedo volver el tiempo atrás! ¡Ya no podré estrecharme en sus brazos! ¡Ya no escucharé su voz! ¡Ay, la muerte!
¿Qué sentiste, Jesús, cuando te contaron que tu entrañable primo y profeta fue decapitado? No pudiste verlo, ni hablar con El. Era joven, tenía una vida por delante. Te fuiste solo a orar, tal vez a llorar tu desconsuelo. El Padre te dio fortaleza, paz, caricias.
Enjugó tus lágrimas y bajaste a alimentar a la gente hambrienta.

¡Si lo hiciste por Jesús, házlo tambien por mí, Señor!

¿Cómo se mueven los relojes y almanaques del enfermo? Lo sabes, acaso, Dios? Todo es largo, penoso. El mundo es la cama, los remedios y el techo interminable de la habitación. La gente se cansa, se olvida y ahí estamos: la enfermedad y yo. Estoy como Job, penando dolencias y soledad. No quiero insultarte, no quiero perder mi confianza en ti. Como a Job, déjame escuchar tu clara voz, anhelo con toda mi alma gritar al viento. ¡Yo sé que mi redentor vive!

¡Si lo hiciste por Job, házlo tambien por mí, Señor!

Me equivoqué y feo, muy feo. No es solo una metida de pata. He pecado mucho, he lastimado a otros y siento que no hay ya nada por hacer. ¡No puedo volver el reloj atrás! Allí están los trozos de todo lo que rompí: confianza, simpatías, prestigio... todo, absolutamente todo se hizo añicos.
David asesinó para cometer adulterio. Se hundió en el barro de la vileza y de la maldad. ¡Ya no podía reparar lo hecho! Urías estaba muerto. Así estoy yo. Devuélveme el gozo de tu salvación, clamó el rey. Y tú lo hiciste, Dios de amor. Abominaste el pecado, pero levantaste al pecador.

¡Si lo hiciste por el rey David, házlo tambien por mí, Señor!

Llegará el momento final. Hoy, mañana o más tarde. La muerte me dará su abrazo sin retorno. No habrá tiempo de enmendar ni corregir. El ladrón clavado junto a Jesús rogó clemencia, reconoció sus errores y el Buen Pastor, también dio su vida por él. Antes de morir el ladrón escuchó de labios del Cristo la promesa de eterna comunión.

¡Si lo hiciste por el ladrón, házlo también por mí, Señor! Desde mi noche oscura del alma, desde mi sufrimiento y mi vacío, desde el desconsuelo y mis yerros, te digo: Creo, Señor, ayúdame en mi incredulidad. Amén.




























En esta sección hay oraciones y reflexiones en las que se especifica el autor. Las que no lo tienen crédito es porque su autor no aparecía en el documento del cual obtuvimos la selección. Si alguno de nuestros visitantes conociese el autor, le solicitamos que nos lo deje saber escribiéndonos a : famlife@miamiarch.org