Ministerio BETANIA Para orar y reflexionar
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(Tomado de la revista
Tengo rabia... Tengo miedo... Tengo dudas... Estoy angustiado... Siento pereza... Tengo mis proyectos... Tengo propiedades... Tengo seguridad... P. Zezinho, No le digas 'no' a Dios
Que estás en el cielo
y en la Tierra en que nacimos y morimos,
reímos y lloramos, en la que amamos y odiamos.
Santificado sea tu nombre
en el florecer del árbol y en la risa de las personas,
en el trabajo y en la fiesta de nuestra vida,
en la lucha por la justicia y libertad.
Venga tu Reino
hoy y mañana,
amanezca en las tinieblas de la sociedad
y de nuestros corazones,
para que se abran los caminos hacia una nueva humanidad.
Hágase tu voluntad
en nosotros y por nosotras,
para alabanza tuya y bien de la humanidad.
Así en la Tierra como en el Cielo
tu voluntad de establecer justicia y crear paz,
y llevar los unos la carga de los otros.
Danos hoy nuestro pan de cada día
y a todos los que sufren hambre.
Y perdona nuestras deudas,
la de encerrarnos en nuestros egoísmos
sin pensar en otros,
y las de vivir con tanta frecuencia
sin pensar siquiera en Ti.
Como nosotros perdonamos a nuestros deudores
lo que tanto nos cuesta y casi nos parece imposible.
Y no nos dejes caer en la tentación
de sentirnos por encima y de querer tener más que otros,
y de medir todo con la vara del propio interés.
Mas líbranos del Mal
para que siempre vueltos a Ti,
recibamos de tu rostro la bondad,
la alegría de vivir,
la gracia que Tu nos das en tu Hijo Jesucristo.
Porque tuyo es el Reino, el Poder y la Gloria
por todos los siglos.
Amén.
Pastor de tranquilas aguas
que nuevas fuerzas nos dan
cuando la fe desfallece
y aumenta la soledad.
¡La copa está rebosando
de tanto amor y bondad!
Ya ningún mal temeremos
ni nada nos faltará.
Porque tu vara y cayado,
con sus señales de paz,
nos van abriendo el camino
de la vida y la verdad.
Haznos seguir tu llamado,
Pastor de la eternidad,
para que en tí siempre unidos,
no nos separemos más.
(Tomado del Libro
Así en la tierra como en el cielo)
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La venganza me aleja de Ti. Señor, enséñame a perdonar. (Tomado del boletín Noti-nos - Octubre 2000)
Al aparecer la última escena,
miré hacia atrás y observé que,
en algunos trechos de mi vida,
solo había un par de huellas.
También me dí cuenta que estos trechos
correspondían a los tiempos
más difíciles de mi vida.
Le reclamé al Señor:
"Tú me dijiste que si te seguía,
me acompañarías en todo el camino.
Pero me doy cuenta
que en los momentos más difíciles
de mi vida, sólo aparece un par de pisadas.
No comprendo por qué,
cuando más te necesitaba, me abandonaste".
El Señor me respondió:
"Te amo y nunca te he abandonado.
En los momentos más difíciles,
cuando veías solo un par de pisadas,
eran las mías.
Es que yo te he llevado en mis brazos".
¡Si lo hiciste por Elías, házlo tambien por mí, Señor!
Me tiré al agua convencido. Igual que Pedro. Anhelo seguirte donde
quiera que vayas. Pero, Señor, me ahogo! Las aguas me cubren y con urgencia quiero salir. ¡Sálvame, Jesús! Que tu mano segura,
firme y amorosa me levante de la tormenta.
¡Si lo hiciste por Pedro, házlo tambien por mí, Señor!
No saber qué hacer. La duda duele, carcome. ¿Cuál es tu voluntad?
¿En verdad es eso lo que me pides? ¡Sufro tu silencio, necesito una respuesta! Abraham por poco mata a su hijo buscando serte
fiel. Dame, oh Dios, el convencimiento de que todo ya lo hiciste por nosotros en Jesucristo, hasta entregar la vida de tu
propio hijo por mí.
¡Si lo hiciste por Abraham, házlo tambien por mí, Señor!
Ha llegado la noticia. ¿Sabes, Señor, lo que significa perder a alguien
que amas? Ya no está, y yo le quería y le necesitaba. No era su momento, tampoco el mío para verle partir. Ni siquiera pude
despedirme. ¡No puedo volver el tiempo atrás! ¡Ya no podré estrecharme en sus brazos! ¡Ya no escucharé su voz! ¡Ay, la muerte! ¡Si lo hiciste por Jesús, házlo tambien por mí, Señor!
¿Cómo se mueven los relojes y almanaques del enfermo? Lo sabes, acaso,
Dios? Todo es largo, penoso. El mundo es la cama, los remedios y el techo interminable de la habitación. La gente se cansa,
se olvida y ahí estamos: la enfermedad y yo. Estoy como Job, penando dolencias y soledad. No quiero insultarte, no quiero
perder mi confianza en ti. Como a Job, déjame escuchar tu clara voz, anhelo con toda mi alma gritar al viento. ¡Yo sé que
mi redentor vive!
¡Si lo hiciste por Job, házlo tambien por mí, Señor!
Me equivoqué y feo, muy feo. No es solo una metida de pata. He pecado
mucho, he lastimado a otros y siento que no hay ya nada por hacer. ¡No puedo volver el reloj atrás! Allí están los trozos
de todo lo que rompí: confianza, simpatías, prestigio... todo, absolutamente todo se hizo añicos. ¡Si lo hiciste por el rey David, házlo tambien por mí, Señor!
Llegará el momento final. Hoy, mañana o más tarde. La muerte me dará
su abrazo sin retorno. No habrá tiempo de enmendar ni corregir. El ladrón clavado junto a Jesús rogó clemencia, reconoció
sus errores y el Buen Pastor, también dio su vida por él. Antes de morir el ladrón escuchó de labios del Cristo la promesa
de eterna comunión.
¡Si lo hiciste por el ladrón, házlo también por mí, Señor! Desde mi
noche oscura del alma, desde mi sufrimiento y mi vacío, desde el desconsuelo y mis yerros, te digo: Creo, Señor, ayúdame en
mi incredulidad. Amén.
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