Ministerio BETANIA Agosto 2002
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Dios está unido a nuestro sufrimiento
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Cuántas veces nos hemos preguntado, ¿por
qué Dios se lo/la llevó?. Lo que da a entender que Dios se llevó a nuestros hijos/hijas a su casa. ¿En verdad es eso lo que
cremos? Me parece
que no hay palabras en nuestro idioma que puedan respondernos exactamente esas preguntas. Bien sabemos que Dios no es un agente
de la muerte. Si lo fuera, también sería un agente del sufrimiento de la persona que provocó el accidente y de todo el sufrimiento
que nuestra pérdida ha ocasionado, aunque sabemos que vivimos en un mundo de libre albedrío y lleno de pecado. Sin embargo,
estamos seguros que Dios ha acogido a nuestros hijos e hijas con los brazos abiertos. El Dios de la vida eterna no va por
el mundo ocasionando accidentes. Pienso
que el momento llegará cuando dejaremos de preguntarnos el por qué pues, si seguimos insistiendo en descubrir la respuesta,
perderemos la razón. Dios no
escogió revelarme todo. El no tiene por qué. El es Dios, y yo no puedo hablarle como si estuviéramos en una disputa. El es
nuestro Creador y nosotros somos las criaturas, aunque el no comprender significa dejar de confiar, de amarle y de obedecerle. A veces
pienso que, cuando lleguemos al cielo, nuestro Dios nos enseñará el por qué de todo este dolor. Pero estoy completamente segura
de que será tanta la felicidad al encontrarnos con nuestros hijos y nuestros seres queridos, que estaremos tan entretejidos
en el amor de Dios y todas esas preguntas cesarán de ser. Pero mientras nos toque estar aquí tenemos que entregarnos completamente
al misterio de Dios y, en un momento que quizás no esperamos, la gracia nos toca y Dios deja de ser nuestra inquietud para
convertirse en un misterio. Dios amó la vida de nuestros hijos aquí en la tierra
y ama la vida de nuestros hijos con El en el cielo. Lo que
no podemos olvidar es que el camino a ese cielo es el camino de la cruz. Cada vida tiene su dosis de sufrimiento. Dios requiere
sufrimiento. Es más, El se convirtió en sufrimiento para nosotros con el fin de demostrarnos que el sufrimiento no es diabólico,
sino parte del camino que nos lleva al cielo. El sufrimiento
ablanda nuestros corazones y nos permite estar con otros que también han sufrido lo que nosotros. San Pablo nos dice, "Bendito
sea el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en
todas nuestras tribulaciones para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que
nosotros somos consolados por Dios! (2 Corintios 1:3-4). No, Dios
no quiere que nadie muera. La muerte no es culpa de Dios. La muerte es culpa de Adán y Eva. Todos morimos. La pregunta no
es, "¿vamos a morir?" La pregunta es, "¿qué pasa cuando morimos?". Y su respuesta está en cómo hemos vivido. Si miramos hacia
la cruz con Jesús crucificado, nuestras preguntas no tienen respuestas; se convierten en Dios sufriendo con nosotros y por
nosotros en Su Hijo Jesucristo. Es solamente cuando ponemos nuestro dolor a los pies de la cruz que podemos reconocer que
no hay Resurrección sin Calvario. ¿Hemos
podido entregarle nuestro dolor al Señor? |
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