En esta ocasión vamos a darles sugerencias que les pueden ayudar especialmente
en esas fechas del año que no quisiéramos que llegaran.
Elizabeth B. Estes escribió hace unos años que hay
dos fechas que son las peores para los padres que han sufrido el dolor de perder un hijo: la fecha del aniversario de su muerte
y la del cumpleaños. Los padres se preguntan cómo pueden sobrevivir esos días. La respuesta de Estes: muy cuidadosamente.
Ella indica que leyó en un libro que aunque la mente olvide el aniversario del trauma sufrido, el cuerpo sí lo recuerda. Lo
que causó la muerte de su niña fue una neumonía en el mes de septiembre. Todos los años, en los meses de septiembre y febrero
(mes de su cumpleaños), le comenzaba un catarro que terminaba con neumonía, enfermedad que nunca antes había padecido y en
la cual tampoco estaba pensando. Curiosamente, el año en que comenzó a asistir a un grupo de apoyo fue el aúo en que el patrón
de la enfermedad terminó y no volvió a padecer neumonía.
Como sabemos que usted no se olvidará, he aquí algunas
sugerencias prácticas que hemos obtenido durante las conversaciones con personas que han sufrido como nosotros:
a. Planifique una salida, como ir de compras o realizar alguna diligencia. No va a olvidar la fecha, pero
la distracción evita el pensar constantemente en recuerdos tan dolorosos. En ocasiones, el anticipar lo que se va a sufrir
en el día agrega a la tortura.
b. Visite a algún amigo o amiga íntimo, con quien pueda
compartir sus recuerdos y quien le permitirá llorar si así lo necesita. Hablar y llorar son una catarsis que promueven la
sanación del dolor.
c. Piense en algo que pueda hacer por otra persona en el nombre de su hijo
o hija, como hornear un pastel para alguien, regalar un libro, llevar un ramillete de flores o visitar a una persona que se
encuentre sola. No tiene que decirle que lo está haciendo en el nombre de su hijo o hija. Ese detalle puede ser un secreto
entre su hijo(a) y usted. Lo que hace es transmitirle a otra persona algo del amor que ustedes compartían.
d.
Lleve flores al cementerio o al lugar donde le dio su último adiós y hable con el muchacho o la muchacha. Espero que esto
no le suene lunático, pero cada vez que vaya a ese lugar tendrá la oportunidad de hablar con él o ella. Seamos honestos y
admitamos que hablamos con ellos todo el tiempo. Si durante esa visita alguien le ve hablando y no entienda por qué, aquella
persona es la que tiene el problema, no usted.
e. En voz alta o en silencio, dé gracias a Dios
y a su hijo o hija por la belleza de su vida y por la oportunidad que tuvo de disfrutarle.
f. Si
se queda en su casa con el sufrimiento, súfralo si eso es lo que desea. Llore, proteste, saque todos sus resentimientos, enférmese
si no tiene otra opción. Los períodos negativos logran que uno saque residuos de sentimientos y emociones que abren espacio
a los pensamientos poitivos. No podemos olvidar que hasta Jesús tuvo su Getsemaní. Lo mismo que una herida en la piel, el
sufrir es parte del sanar. Póngase en las manos del Señor.
Cariños,
Elaine