Margarita Edison escribió en la revista
Viviendo con Sida que "los sentimientos de dolor que sufrimos ante la pérdida de un ser querido los causan los sentimientos
de amor".
Muchas personas se han preguntado para qué quieren saber de antemano el dolor que se siente cuando
se pierde a un ser querido. La verdad es que eso nos puede ayudar. Aprender lo que experimenta una persona ante una pérdida
y lo que pueden esperar de sí mismos le da a las personas cierto control sobre una situación que, sin conocimientos, puede
ser muy difícil.
En las familias, cada miembro sufre la pérdida de una manera distinta. Esto no significa
que aquellos que no muestran sus emociones al mismo nivel de otros quieren menos o más, lo mismo que cada uno de nosotros
expresamos nuestra felicidad y alegría de una manera distinta y en distintos grados. Así es nuestro dolor.
No existe una manera especial para sufrir pero, por ejemplo, si un miembro de nuestra familia ha estado extremadamente enfermo,
sufriendo muchos dolores, y ya los médicos le han desahuciado, cuando muere lo que sentimos es alivio. Por supuesto, hay tristeza,
hay un gran sentido de pérdida y pesar. Esto va acompañado de los recuerdos que han compartido y la añoranza de estar juntos
nuevamente. Sin embargo, el sufrimiento ahora es mucho menos que cuando el ser amado padecía la enfemedad.
Aquellos que han estudiado el proceso de la muerte y los efectos en los sobrevivientes, nos explican que la edad de la persona
que muere va unida a la intensidad del dolor. Por ejemplo, cuando un bebé muere, los padres que han tenido ambiciones y sueños
por esa criatura sufren por largo tiempo. Ellos sienten como si la vida les hubiese quitado "lo que hubiera podido ser" y
sufren por los cumpleaños que no se celebraron o por lo que no lograron hacer, como por ejemplo, no haber podido enseñarle
al niño a montar su bicicleta.
Cuando la muerte llega inesperadamente, por un suicidio, un accidente o un
crimen, el dolor físico y emocional es mucho más intenso al de la pérdida de un ser amado que estuvo enfermo por largo tiempo.
Sin embargo, no creemos que haya algún momento en el que uno esté física o emocionalmente listo para aceptar la muerte pero
sí sabemos que quizás tomará tiempo, meses y --en algunos casos-- años, para poder llegar a la sanación.
Pero
cuando este ser querido muere, es natural que expermientemos una gama de emociones: culpabilidad, ira, negación, temores,
depresión,
shock y, finalmente, aceptación.
Es aconsejable escribir en un diario todo lo que van
sintiendo día a día. No tienen que editarlo; es sólo para ustedes. Lo mismo pueden estar molestos que resentidos, a veces
hasta furiosos con la persona que ha fallecido. También le pueden escribir a la persona que murió. Eso les ayudará a comprenderse
ustedes mismos y también les da la oportunidad de hojear las páginas y ver el progreso que han hecho en su proceso de recuperación.
Las etapas del dolor se pueden dividir en muchas partes: tristeza, cambios en el apetito, nerviosismo, problemas al dormir,
incomodidad, confusión, pensamientos constantes sobre la muerte, preguntarse por qué, temores, celos, sueño, autoconfianza,
humor, recelo al ver que otros manejan su dolor mejor que nosotros, la necesidad de cuidar a los demás, desesperanza. No necesariamente
se pasan por todas estas emociones, al mismo tiempo; otras personas a lo mejor las pasan todas. Recuerden: no comparen su
recuperación con la de otros. Cada uno sufre el dolor de manera diferente.
Cariños,
Elaine