Ministerio BETANIA

Junio 2003













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A pesar del dolor, hay que dar gracias
















El otro día buscando entre mis archivos me encontré un escrito de Suzan Lindstrom del año 1989, me había hecho una nota que decía, "OJO: BETANIA". En este artículo, Lindstrom trata de descifrar para nosotros lo que es el dolor, la pesadumbre, y cómo nos resistimos para llegar a comprender que es la aceptación. De inmediato me di cuenta de que me había demorado mucho en publicar algo que nos puede beneficiar tanto.

Pesar son las lágrimas que derramamos, y las que escondemos para que nadie sepa cuánto sufrimos.

Pesar son los recuerdos de la vida y el lamento de la muerte.

Pesar es la culpabilidad que sentimos por lo que fue o por lo que hubiera podido ser.

Pesar es todos los planes, expectativas y sueños que se han hecho trizas.

Pesar es la soledad que se siente muy dentro de uno mismo, incluso cuando estamos rodeados de los que nos aman.

Pesar es el enojo que sentimos hacia nuestro Dios por llevarnos nuestro hijo/a, que era tan especial.

Pesar es ese yo interno que no quiere enfrentarse a la realidad y quiere desesperadamente regresar al ayer.

Pesar es dudar si vale la pena esta vida y pasar por todo este sufrimiento y dolor.

Pesar es el final de la esperanza, esa pared de ladrillo donde ya no hay más camino; el final de la jornada.

Por lo menos eso pensamos, porque más allá de este valle está el camino hacia la comprensión y la aceptación. Comprender que lo único con lo que se puede contar en la vida es con los cambios.

Comprender que cada momento es precioso y no se debe desperdiciar.

Comprender que nuestros hijos nos fueron "prestados" y no podemos poseerles, y que cuando llega el momento de la muerte, debemos dejarles ir hacia su propio destino.

Comprender que la vida continúa después de la muerte, y la muerte después de la vida. Es un ciclo que no termina, desde el principio de la creación.

Comprender que el amor va más allá del tiempo y el espacio, manteniendo a nuestros hijos conectados a nosotros desde muy adentro.

Comprender que nuestros sentimientos sobre la muerte están basado en el concepto que tenemos sobre ella, que puede ser cambiado al aceptar nuevas creencias.

Comprender que la muerte no es algo "malo", sino un renacer a algo maravilloso. La muerte de la oruga es el nacimiento de la mariposa; la muerte de la semilla es el nacimiento de la flor; y la muerte de nuestro hijo/a sólo significa que su forma ha cambiado, pero que la vida continúa de manera diferente.

Vamos a regocijarnos por este nuevo comenzar. Permitamos que los recuerdos alimenten la vida y no la muerte. Permitamos que el amor que se deriva de esta relación se abra a nuestra fe y no a  nuestros temores.

El Señor se mueve de una forma misteriosa, a veces mas allá de nuestro entendimiento. Del dolor y el pesar viene la comprensión y la aceptación.

Vamos a ser agradecidos por lo que tuvimos, y no amargados por lo que no pudimos tener.

Amén.
















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