LA ASUNCIÓN
El
verano suele venir acompaZado no solamente por el calor
típico de la estación, sobre todo en un clima tropical como el nuestro, sino también por las vacaciones escolares, el bullicio,
y hasta cierto trastorno de los niZos en casa, las vacaciones de
algunos o varios de nosotros, la temporada de huracanes, los viajes de recreo, y tantas cosas más que forman parte de la belleza
de este don de Dios que es la creación y nuestra existencia.
Pero
hay algo más que le da a este mes cálido y luminoso un sabor especial, y es que justo a la mitad del mes celebramos una de
las fiestas marianas más llena de sentido y mensaje para nuestra vida cristiana: la Asunción de la Santísima Virgen María.
Sí, precisamente el 15 de agosto celebramos la fiesta de la Asunción de María. Es un acontecimiento en la vida de nuestra
madre del cielo; es uno de los misterios gloriosos del rosario.
Es
interesante destacar la diferencia entre la ascención y la asunción, dos conceptos que a veces algunos confunden. Cuando se
trata de María decimos asunción porque ella fue elevada, asumida al cielo por el poder de Dios
nuestro SeZor. Cuando nos referimos a Cristo decimos
ascención ya que Él ascendió por sí mismo, sin necesidad de nadie,
ya que Él era Dios.
María
Santísima avanzó en la peregrinación de la fe, y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz. Allí permanecó en pie,
sufrió intensamente con su Hijo, y se unió a su sacrificio con corazón de madre que, llena de amor, daba su consentimiento
a la inmolación de su Hijo como víctima salvadora. Finalmente, Jesús, agonizando en la cruz, la dió como madre al discípulo
amado con estas palabras: “Mujer, ahí tienes a tu hijo.” (Jn 19, 26). Después de la Ascención
de su Hijo, María fue digna protagonista de los comienzos de la Iglesia. Reunida con los apóstoles y algunas mujeres Ella
permanecía en oración implorando el don del Espíritu Santo que en el momento de anunciación la había cubierto con su sombra.
María
Asunta al cielo es la virgen inmaculada libre de la mancha del pecado original. Ella, terminado el curso de su vida en la
tierra fue llevada a la gloria del cielo, y elevada al trono por el SeZor como Reina del Universo. La asunción de María constituye una participación singular en la resurrección de su
Hijo y una anticipación de la resurrec-ción de los demás cristianos.
Este
privilegio de María fue proclado dogma de fe por el Papa Pío XII el 10 de noviembre de 1950.
La Asunción de María es
otro faro luminoso de esperanza y consuelo para todos los padres y madres que como Ella han perdido un hijo/a. Ella
sufrió con su Hijo al pie de la cruz, y participó de su gloriosa resurrección. Ustedes, queridos hermanos y hermanas, que
han sido crucificados en la prueba de la pérdida dolorosa de un ser tan querido como es un hijo, una hija, así como conocen
de muerte, conocen tambi2n de resurrección. Y María quiere elevarlos a la gloria de la luz, del consuelo y de la paz, cuando
sea el momento de la partida. Pero, mientras tanto, día a día, María, nuestra Madre querida, camina con nosotros, quiere elevar
nuestra confianza y renovar la certeza en la resu-rrección de su Hijo y los frutos fecundos de la misma que nos alcanzan a
todos. El sol de agosto viene fortalecido y embellecido por otro sol más profundo e interno, más importante y vivificador,
el sol de María, Asunta e Inmacula-da, que nos alienta, anima, acompaZa e intercede para que la fuerza redentora de su Hijo sea la fuerza que ilumine y conforte nuestros
corazones. Que Ella nos alcance de su Hijo una fe más firme y renovada.
Con mis sinceras bendiciones,
P. Eduardo Jimenez
Director |