Ministerio BETANIA Febrero 2002
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Ha comenzado un nuevo año, pero para nosotros es un año más que se acerca
cuando esperamos encontrarnos de nuevo. En estos días de invierno, cuando todo luce tan gris y frío, podemos mirar hacia los
cielos y la paz entra en nuestros corazones, y cierta tranquilidad inunda nuestra mente. Hay esperanza, la esperanza que nos
da la fe de que volveremos a reunirnos. Muchos nos preguntan si la esperanza mitiga el dolor, y tenemos que contestar que
no. Pero sí la entreteje y llega el momento donde la esperanza transciende o sobrepasa el sufrimiento. Y cuando la fe nos flaquea y pensamos que no hay razón para seguir luchando,
que es mejor pedir que el momento de la reunificación nos llegue lo mas rápido posible pues la desolación, la depresión, la
añoranza de lo que fue y no regresará abate nuestra existencia, encontramos que el Señor se las maneja para dejarnos saber
cuánto nos ama. Les voy a hacer una pequeña historia. En el mes de diciembre recibí una
llamada de una mamá muy joven que hacía sólo unos pocos meses había perdido su niñita. Se daba cuenta que necesitaba ayuda
pues no podía seguir caminando sola con el dolor que oprimía su corazón. Ella me contaba que había criado su niñita sola y
que ahora, al perderla, sus padres estaban muy acongojados y le había tocado a ella darles el consuelo que ellos necesitaban
al mismo tiempo que ella se ahogaba en dolor. Le recomendé que esa noche fuera a la reunión del grupo BETANIA de St. Brendan y en la cual el Dr. Juan Romagosa iba a guiarnos en una reflexión. Le dije que estaba segura que allí encontraría
lo que ella buscaba. El Señor la llevó allí esa noche en compañía de su papá. Ella escuchó, ella compartió y ella reconoció
las caricias del Padre en el amor de todos los padres y madres de BETANIA. A continuación les voy a incluir el testimonio que ella leyó en la primera
reunión del año: "Quiero tomarme unos minutos para transmitirles mi experiencia durante
mi primera reunión con el grupo BETANIA. Llegué confundida con mi corazón lleno de dolor, de miedo y mucha frustración.
No entendía y aún no entiendo por qué mi única hija tuvo que partir con sólo cinco añitos, y el por qué le hubiese tocado
sufrir de un cáncer que acabó con su vida en tan sólo cuatro meses. Con muchísimo miedo me acerqué al grupo buscando una ayuda que en el fondo
pensaba no podía encontrar. Luego de pasar casi tres horas conversando y compartiendo historias y sentimientos, entendí lo
grande del Amor de Dios, lo dolido que están nuestros corazones pero lo fácil que seguimos brindando Amor. Quiero agradecerles a todos su apoyo, su cariño y su entrega. Me sentí
en familia y me resulta extraño entender cómo me fue tan fácil abrir mi corazón a ustedes, padres que como yo están buscando
un poco de consuelo para continuar nuestra misión en la tierra y esperar con dignidad, amor y paciencia el día en que Dios
nos lleve ante El y ante nuestros hijos. Quisiera decirles cuánto agradezco a cada uno de ustedes el abrazo que
compartieron conmigo y que de una u otra manera me cambió la vida. No pensé encontrar la respuesta del por qué. Nunca fui con esa idea. Pero
sí encontré la respuesta de que la vida aún tiene su valor y personas como ustedes lo demuestran. GRACIAS, desde lo más profundo de mi corazón. Quiero que sepan que no
sólo he encontrado un poco de consuelo en todos ustedes sino que, de cierta manera, ayudaron sin saberlo a que otro padre
no perdiera a su hija. -Ahilim Pérez |
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