Ministerio BETANIA

FEBRERO 2007













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AÑO VIII NUMERO 2

AMOR QUE CONDUCE A LA VIDA”
















Al leer el título que preside este artículo, podríamos objetar que todo amor, por su propia esencia, conduce a la vida. El amor en sí mismo es vivificador, renovador, creativo. Pero hay una dimensión mucho más alta y profunda que la perceptible a primera vista por nuestra sensibilidad humana. De eso les hablo más adelante. Comencemos diciendo que Febrero posee la gracia de celebrar el amor y la amistad con la Fieta de San Valentín.

 

             Hace unos años era solamente el día de los enamorados.  De un tiempo para acá se incluye a todo el mundo, como el día de la amistad, aparentemente más por razones mercantiles y consumistas que espirituales, pues hay más clientela para consumir y comprar regalos. Sin embargo, pienso que lo más importante, a pesar de todo, es que es un día que celebra el amor de la pareja humana, de la familia y de todos en sus relaciones amistosas. La verdadera amistad también es un tesoro inestimable y expresión del amor leal y sincero de nuestro Dios. El día de San Valentín puede tener un profundo sentido para todas las personas como ustedes, mis hermanos de Betania, que han perdido a un ser tan entrañable como lo es un hijo. Puede ser un día triste, de paz, o de gozo sereno en el Señor. Depende.  Seguramente es un día de recuerdos y emociones.

 

             Aquí es donde entra esa dimensión más alta y profunda del amor. Ese amor que conduce a la vida.  En este mes de Febrero también la Iglesia universal abre el santo tiempo de Cuaresma con el Miércoles de Ceniza. La Cuaresma, como todos saben nos prepara por cuarenta días al acontecimiento más importante de todo el año cristiano, el acontecimiento que da sentido a nuestra fe y fundamenta nuestra esperanza: el Misterio Pascual, La Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Como dice el Apóstol San Pablo: “Si Cristo no hubiese resucitado, vana seíia nuestra fe”.  “Cristo es el Amor Perfecto que conduce a la Vida”.

 

             El Misterio Eterno, Omnipotente y Vivificador del Dios Uno y Trino, nos envió por amor  a Dios Hijo para que ejecutara el proyecto más amorosamente sublime de la historia, nuestra redención. Todo por amor. Amor que conduce a la vida. La Cuaresma y  la Semana Santa, no terminan en el Viernes Santo ni en la Cruz, no.  Culmina en la Gloriosa Resurrección, Victoria sobre el pecado y la muerte. Por eso,  en días grises o de nostalgia, en las celebraciones, cuando quizás muchos esten a tu alrededor alzando una copa, tú,  madre o tú,  padre, estarás quizás derramando una lágrima o estrujando tu corazón por la añoranza del hijo o hija ausente.  En ese momento alaba,  glorifica al Señor que abraza a tu niño o niña, alaba al Señor que les abre las puertas para que tengan vida y vida en abundancia. Piensa con paz, que ellos viven para siempre en el gozo y la paz de Dios, y que nosotros, un día celebraremos el San Valentín eterno con ellos. El Miércoles de Ceniza, cuando nos  recuerda que del polvo venimos, y al polvo hemos de volver, y nos llama a convertirnos y creer en el evangelio, nos quiere preparar para que gocemos de esa paz, gozo y libertad de espíritu que sólo Cristo nos puede otorgar.  Que esta Cuaresma nos renueve a todos la fe y robustezca siempre nuestra esperanza.  Si morimos con Cristo, viviremos con El.

 

 

Con el cariño de siempre, les bendice,
















P.Eduardo R.Jiménez

Director del Ministerio de Familia