Ministerio BETANIA

MARZO 2007













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AÑO VIII NUMERO 3

LA PASION DE CRISTO Y LA PASION

 DE AQUELLOS QUE HAN PERDIDO UN HIJO/A”

 
















 Estamos inmersos en la dinámica del tiempo cuaresmal que nos lleva, como en un peregrinar, a prepararnos intensamente durante cuarenta días para celebrar la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo que se entrega por nosotros dándose todo, hasta las últimas consecuencias de muerte y muerte en la cruz, y resucitando por nososotros para que tengamos vida, y vida en abundancia..

 

        Cuando contemplamos la Pasión de Cristo es interesante destacar la presencia de todas las pasiones y tendencias humanas, como un resumen de todo eso que somos nosotros. En la pasión encontramos la traición de Judas, el temor y las negaciones de Pedro, el cansancio de los discípulos que no pueden perseverar en la oración del huerto con Jesús, la intriga, la crueldad, el pecado, la ingratitud de un pueblo que había recibido de Jesús sanación, salvación, consuelo, sabiduria, revelación de Dios, y ahora Jesús es escarnecido y humillado. Los discípulos todos que huyen -excepto Juan. Juan representa con María Santísima la fidelidad constante en medio incluso de la tribulación y persecución. Si somos sinceros, todos nos podemos identificar con alguna de las actitudes o personajes presentes en el drama de la pasión de Jesús.

 

           La Pasión de Cristo fue tan humana como real es la humanidad de su encarnación. Fue por amor, por obediencia a la voluntad salvífica del Padre que ha querido siempre nuestra redención. La Pasión de Cristo fue una opción libre. Sería interesante comparar esta Pasión con la de las personas que han perdido un hijo o una hija. Porque ciertamente es una pasión, es un sufrimiento que rebasa el alma y se prolonga en el tiempo y en lo más profundo del corazón. Es una pasión que taladra los sentidos hasta casi perder el sentido de la existencia. Aquí hay un personaje que se nos acerca y solidariza: María de Nazareth. María al pie de la Cruz. AUna espada de dolor atraversará tu alma@, le profetizaron cuando su niño era pequeño, pero ella que guardaba todas las cosas mediatándolas en su corazón, quizás nunca pudo calibrar el alcance específico de aquellas palabras. La pasión dolorosa de la pérdida de un hijo no es una elección, no es un acto de libertad, no es un acto de obediencia, tampoco se puede decir que es un acto de amor o salvación. Es una pérdida dolorosísima

 

              La pasión de los padres cuyos hijos han fallecido,( pues tampoco podemos decir que los han perdido,  un hijo nunca se pierde, ya que vivirá eternamente en el regazo de Cristo) si bien es cierto que no se ha realizado un acto de libertad,- pues nadie elige la muerte de un hijo-, si bien es cierto que no es un acto de obediencia, -pues Dios no ha querido ni nos ha pedido eso-, también es cierto que ante el hecho doloroso tenemos opciones. Ante ese doloroso evento podemos elegir buscar la fuerza en Cristo Resucitado, buscar el sentido y el consuelo en EL, buscar la esperanza y la paz en El que es la Paz y Esperanza perfectas. Como reza aquel viejo verso atribuído a Santa Teresa:

 


 

Nada te  turbe, nada te espante,

 todo se pasa, Dios no se muda

la paciencia todo lo alcanza,

quien a Dios tiene, nada le falta,

sólo Dios basta.”

 

       Hay algo que sí es común entre la pasión de los padres de Betania y la de Cristo. El drama no termina el Viernes Santo, sino el Domingo de Resurrección con la Pascua, el paso de la muerte a la vida. Los hijos de los padres de Betania celebrarán con el Señor Glorificado su Pascua y nosotros nos asociaremos a ellos en nuestra realidad de Iglesia peregrina celebrando con paz, aceptación y gozo, los frutos de la victoria del amor de Cristo sobre las tinieblas del mal.

 

Bendiciéndoles y deseándoles una feliz Pascua de

Resurrección,  su hermano en Cristo,