Ministerio BETANIA SEPTIEMBRE 2007
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AÑO VIII NUMERO 6
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RETORNO a lo COTIDIANO Después de una larga e indeseada ausencia, regreso a ustedes, mis queridos hermanos de Betania para compartir
reflexiones, animarles y confortarles en el camino permanente de sanación de la pérdida de un hijo. Hemos experimentado las vacaciones de verano, con el bullicio en casa en muchos casos de los nietos o sobrinos
disfrutando su receso escolar y también algunos habrán podido disfrutar de unas
merecidas vacaciones laborales. En nuestro caso – como departamento diocesano de la pastoral familiar - no ha sido precisamente
el descanso el que nos ha sacado de la secuencia de nuestros boletines, sino el fenómeno de tenernos que mudar dentro del
edificio del Centro Pastoral de donde estabamos por muchos años a otro sitio en el segundo piso con todo lo que implica una
mudada. Aún no estamos del todo instalados. Todo el que ha pasado por una mudada
sabe todo el trastorno que esto comporta. Pero lo importante es que ya estamos
de vuelta a lo cotidiano. Así se encabeza este artículo, pués además, pienso
que nuestra vida en muchos sentidos está compuesta de una dinámica de volver y volver a eso que llamamos “cotidiano”
incluso en una perspeciva de renovación.
En ese “cotidiano” entra el proceso latente y permanente de lidiar con la pérdida del hijo o de la hija. En ese cotidiano de ustedes quisiera insertar una reflexión sobre el precio de la
redención. “En el mundo católico ha tenido especial difusión la teoría de la satisfacción vicaria, cuya formulación
clásica se debió a San Anselmo, Arzobispo de Canterbury del siglo XI: “El pecado había ofendido la dignidad de Dios,
y no podía ser perdonado sin ofrecerle antes un justo desagravio. El hombre aunque llegara a ofrecer la vida misma en desagravio,
no estaria ofreciendo en realidad nada, puesto que había merecido la muerte, de modo que fué Cristo quien decidió entregar
su vida a Dios en el Calvario”. Ahora las cosas cambian. La justicia
exigió que el Padre recompensara a su Hijo el sacrificio que acababa de realizar, y – como este no necesitaba nada para
si mismo - pidió que su mérito fuera transferido a los hombres. De esta forma Jesús hizo posible que el Padre perdonara a
la humanidad.”(1) Hasta aquí la teoria. Por otra parte el mismo Martín Lutero, padre de la reforma protestante desarrolló
una explicación muy parecida llamada Teoría de la Sustitución Penal.
La realidad es que Dios no es un sádico despiadado. Es injusto por parte de Dios pedir la vida de un inocente en vez
de la de los verdaderos culpables y es absurdo suponer que nos reconciliamos con Dios mediante un acto cruento y criminal. No hace falta aplacar a Dios. Es el amor
y no el sufrimiento el que nos redime. “Jesús no buscó intencionadamente la cruz. Fué una consecuencia de su vida.
La cruz, por si misma, no tiene ningún sentido; como manifestación de ese amor máximo que consiste en dar la vida por los
amigos (cfr.Jn15,13),tiene por el contrario todo el sentido del mundo”.(2) Este cambio de perspectiva nos ayuda a comprender que Dios no quiere ni
ha querido la pérdida de nuestros hijos, no quiere nuestro dolor. No nos ha arrancado
nuestros hijos. El quiere abrazarnos en el dolor, solidarizarse con nosotros,
sentir con nosotros. Nuestra cruz, como la de El no es una decisión masoquista, ha sido una consecuencia de un conjunto de
factores de la vida, salud, accidente, el mal, etc. Llegados a este punto siempre topamos con lo intangible del misterio pero
al mismo tiempo experimentamos la profunda certeza del inmenso amor de Dios. Esa
es la base inconmovible de nuestro consuelo y esperanza que incluye por supuesto el don precioso de la resurrección. Continuaremos
en el próximo boletín profundizando este tema que puede arrojar un rayito de luz en esa experiencia retadora de la pérdida.
Bendiciéndoles una vez más de Corazón, su hermano en Cristo,
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P.Eduardo Jimenez Director del Ministerio de Familia (1)
“Nuestra
fe” 6a. Edición - Pag 80 - Autor “Luis Gónzalez Carvajal” (2) Idem |
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