Ministerio BETANIA

MARZO Y ABRIL 2008














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PASCUA: NACER Y RENACER
















!ALELUYA!  Feliz Pascua de Resurrección hermanos. Un año más nos encontramos por la misericordia de Dios celebrando este gran misterio que sustenta nuestra fe y alimenta nuestra esperanza: La Resurrección de Cristo Nuestro Señor. Por la gloriosa victoria de la resurrección hemos nacido a una nueva vida en Cristo. Pero cada año, renacemos y volvemos a renacer por la actualización de los misterios que nos han dado nueva vida.  La Pascua: paso de la muerte a la vida, es un nacer y renacer. Y de hecho nuestra existencia, para desarrollarse en la dinámica del vivir, tiene que ser un continuo renovarse, un constante renacer.

 

En mi casa tengo una pequeña planta de “Bonsai” que compré como especie de recuerdo u homenaje a un perrito “Shitzu” al que yo quería mucho y a través del cual también recibía las caricias de Dios. Este murió después de larga vida. Pues bien, al Bonsai se le fueron cayendo las hojas, aunque recibía todos los cuidados, estaba dentro de casa, pero nada. Un día pensé tirarlo a la basura, pero cambié de idea y lo dejé sobre una mesita de la terraza. Ahí estuvo sin muestra de mejoría, hasta que por los días de Semana Santa, se me ocurre ya tirarlo, pero cual no seria mi sorpresa cuando veo que tenía unos pequeños retoños, los cuales en el momento presente se han convertido en hermosas hojitas que se han ido reproduciendo y multiplicando. El Bonsai renació, experimentó su propia resurrección.

 

Así son también nuestros corazones, nuestras personas, morimos, nos secamos, a veces sentimos que nos hundimos en el polvo, que nada tiene sentido. Cuando se experimenta la pérdida de un hijo, de un ser tan querido podemos compartir la protesta de Job ante el misterio del sufrimiento de los justos, sin embargo, el Cristo de la Vida siempre nos tiende la mano desde su Cruz de Amor y nos dice como al paralítico:  ¡Levántate y anda!. Y ahí está de nuevo el milagro de nuestro renacer constante en el Señor de la Vida.

 

Pascua es don, pero también es reto. Ese renacer hay que alimentarlo, no se puede quedar a nivel de un Movimiento emocional momentáneo. Pascua nos llama a mantener viva la llama de nuestra fe y nuestra esperanza y para ello necesitamos el combustible de la oración. Buscando bibliografía para este escrito encontré un artículo publicado en la revista “Proyecto Catequista”   (Alexandre, Dolores. Edit C.C.S. Madrid, España  No.68, Abril 1993) sobre la oración basada en el Salmo 130.

 

 

Allí la autora recomienda que dediquemos un tiempo de oración poniéndonos ante el Señor conscientes de nuestras ambiciones, frustraciones, amarguras, deseos de poseer, etc. “Reza despacio el salmo transformándolo en suplica: “Señor, que mi corazón no sea ambicioso ni mis ojos altaneros; ayúdame a no pretender grandezas, que superen mi capacidad…” Acerquémonos a él y pidámosle que sea el amigo que nos acompañe y nos de fuerza para recorrer su mismo itinerario. Compartamos con él todos nuestros miedos, resistencias, ansiedades; exprésale en silencio tu vacilante decisión de seguirle en ese mismo proceso de conversión, de tus tristezas y ansiedades en semillas de esperanza.

 

Deja que ese deseo que brota ante la experiencia de la pérdida, se sacie con el mismo alimento que saciaba a Jesús; para ello détente en cada petición del Padrenuestro. Ahí se nos da a conocer que es lo que espera ardientemente Jesús y, al poner esa oración en nuestros labios, nos da la posibilidad de contagiarnos de su mismo fuego. Que esta oración te aproveche y te renueve. Una vez más mis queridos hermanos de Betania: “Feliz Pascua de Resurrección”.

 
















Con mi afecto y bendición,

 

 

P. Eduardo R.  Jiménez

Director del Ministerio de Familia