Ministerio BETANIA SEPTIEMBRE Y OCTUBRE 2008
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Madre de Dolores y Madre del Santo Rosario |
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El mes de Septiembre nos regala junto con la festividad de la Santa Cruz, la
fiesta de Nuestra Señora de los Dolores. Octubre por su parte es el mes del Santo
Rosario. Como decía el Papa Juan XXIII, el Rosario es el evangelio de los pobres. Dos fiestas plenas de sentido que ofrecen
unos cimientos extraordinarios y riquísimos para todas las personas como ustedes mis hermanos de Betania, que afrontan la
experiencia de la pérdida. María de los Dolores, nos enseña a sufrir con fe, esperanza, fortaleza y serenidad, fundadas todas
en esa certeza profunda de la presencia eficaz y salvadora de Dios y de la Victoria del Hijo Resucitado sobre las cadenas
de la muerte. María nos enseña a sufrir en Cristiano.
Pero además, ella nos dá una herramienta poderosísima: el Santo Rosario. Por
el rosario meditamos los misterios centrales de la vida de Cristo y por ende de nuestra redención y de nuestra definitiva
Victoria en Cristo Señor de la Vida. El Rosario llena nuestra soledad, calma nuestra desesperanza, fortalece nuestra fé, alienta
la esperanza y nos consuela para consolar a aquellos que necesitan aún más que nosotros ser consolados. Partiendo de estas dos bases preciosas, María
Maestra en el sufrir, y el Santo Rosario, me gustaría que reflexionasemos un poco en esa experiencia tan fuerte y común llamada
SOLEDAD. Existen tres etapas en esta experiencia:
Teniendo en cuenta que no somos de madera o plástico, sino de fibra humana, es comprensible que ante el dolor de una
pérdida nos ataque la depresión y la profunda tristeza. Aquí es muy oportuno
que trabajemos sobre los siguientes pasos yendo siempre de la mano de Jesús y de María:
San Juan de la Cruz solía decir, “en
el ocaso de nuestra vida seremos juzgados sobre el amor”. En esa ausencia de la pérdida, en esa soledad inenarrable,
podemos encontrar y de hecho existe un inmenso caudal de amor, y el amor, todo lo puede, todo lo sana. Ahí, María de los Dolores
nos dá una lección incuestionable: La madre con el Corazón traspasado por una
espada de dolor, afrontando el suplicio y la muerte del Hijo Redentor. Nadie mejor que ella para alcanzarnos de su Hijo la
paz, la fuerza y la plenitud en esa soledad. María, Señora del Rosario, nos llama a peregrinar día a día con ella y con
su Hijo amado, por todos los misterios salvíficos de la vida de Jesús. ¿Puede haber alguna forma más gratificante y plenificadora
de hallar paz y fortaleza que caminar día a día de la mano de Jesús y de María, por los misterios del Santo Rosario? Pues bien, mis hermanos, deseo que esta reflexión compartida ayude a todos
a vivir cada día más la propia experiencia humana inmersa en la riqueza del amor de Dios y la presencia siempre fiel y solidaria
de nuestra Madre María y Nuestro Señor Jesús de Nazaret.
Con mis sinceras y afectuosas bendiciones, |
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