Ministerio BETANIA

JULIO Y AGOSTO 2010














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El amor todo lo puede
















!Que alegria, volver a tener el privilegio de acercarme a ustedes por estas letras!. Como les expliqué a algunos de ustedes brevemente en la reunión celebrada el 7 de julio en casa del Dr.Romagosa, una ausencia involuntaria determinada por varios factores ha interrumpido nuestro boletín, pero ya estamos volviendo a la carga con ese Amor que todo lo puede y la esperanza en los nuevos tiempos.

 

Es el amor, no el dolor, lo que nutre y da sentido a la vida cristiana. Pero, paradójicamente, la experiencia de la vida nos enseña que el dolor es consecuencia del amor. Cuando ustedes, mis hermanos de Betania, han sufrido la pérdida de un hijo/a, han atravesado por una pena indescriptible, fruto de su amor de padres. El amor no es indiferencia y, cuando el ser amado sufre, sufrimos por él y con él. Por eso Dios, que es Amor, sufre con y por nosotros.

 

Quizás puedes preguntarte: -Si Dios nos ama tanto, porque no evitó que mi hijo/a muriese? De esto hemos hablado otras veces, pero nunca es suficiente. Tenemos que inclinarnos ante el misterio. Dios no quiere nuestro mal. En todo caso, aproximarmos a ese misterio pensando que Dios no puede suprimir el mal sin anular al ser humano, pues nos ha tomado tan en serio que ha querido contar con nuestras fuerzas, sin suprimir nuestra dignidad en esa lucha contra el mal.

 

Pero, en el meollo del dolor de la pérdida, curiosamente el amor que nos hiere, también nos sana. El amor profundo y eterno de tu corazón a tu hijo/a te da fuerzas para sobrellevar la cruz de su ausencia pues el amor mantiene viva su presencia en tu corazón, produciendo una paz que nadie te puede quitar. El Dios del amor infinito robustece y santifica tu amor. El tambien sufre por nosotros porque nos ama. “Me da un vuelco el corazón, se me estremecen las entrañas” (Os 11,8); “se han conmovido mis entrañas” (Jer 31,20…).

 

Lo que no podemos aceptar en clave cristiana, es una imagen de un Dios indiferente que nos da la espalda. Dios no quiere que suframos, ni es su voluntad nuestras desventuras, ni necesita de nuestro dolor como una ofrenda. Dios nos quiere felices, nos ama y camina con nosotros en las buenas y en las malas. Nadie como El nos comprende y acepta. No se escandaliza de nosotros, ni se asombra de nuestra rebeldía en el dolor como la expresada tantas veces por Job en el transcurso de su libro.

 

“Dios es Amor y, el que permanence en el amor, permanence en unión con Dios, y Dios permanence en unión con El” (1Jn 4,16). Este amor vive en sus corazones, queridos hermanos de Betania. Les exhorto a que, desde ese amor, continúen abriéndose a Cristo en oración de fe, esperanza y produnda confianza, sabiendo que El les ama, bendice y consuela con profundo respeto.

 

Que el Señor de la infinita Misericordia, fortalezca sus corazones en la amorosa experiencia del dolor de la pérdida.

                                                                  

Fraternalmente en Cristo,                                             

 

 

P.Eduardo R.Jimenez

Director del Departamento de Familia

 
















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