Ministerio BETANIA SEPTIEMBRE Y OCTUBRE 2010
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María al Pie de la Cruz |
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El título que encabeza este artículo nos puede remitir al Viernes Santo, pero la realidad
es que el misterio de la Madre Dolorosa al pie de su Hijo crucificado es un acontecimiento y experiencia tan profundos que
traspasa los tiempos y se hace presente en cada momento de nuestra vida. A parte de eso, el 14 de Septiembre hemos celebrado
la fiesta del Triunfo de la Santa Cruz y el 7 de este mes la Fiesta de Nuestra Señora del Santo Rosario, excelente combinación
para alimentar la meditación de ustedes, hermanos y hermanas de Betania, que como María, al pie de la Cruz, han experimentado
la cruz de la pérdida del fruto de sus entrañas: un hijo. La Cruz: nuestro sufrimiento, nuestra pérdida, nuestro dolor irreparable no son metas
de nuestra vida, ni tampoco voluntad de Dios… ni tan siquiera se puede decir que son requisitos para la salvación o
la santidad. La Verdad es que la Cruz de Cristo no tendría sentido sin la resurrección. La Victoria de esa cruz es lo que
le da sentido, pero hay algo más profundo todavía que da sentido tanto a la Cruz como a la Resurrección, es el amor infatigable
de Dios que no repara en nada para redimirnos. Es el amor y no el sufrimiento quien redime y vivifica. Tu dolor de madre o
padre provienen del profundo amor a ese hijo o hija que ya no está contido en esta vida. Ese amor infinito de progenitores
que es un reflejo del amor creador de Dios. Imagínate el sufrimiento de Dios Padre al experimentar en el misterio de la unidad
trinitaria la pasión cruenta de su Hijo amado. Pero en el meollo de nuestra dolorosa experiencia siempre nos sentiremos tentados
a decir: ¿Dónde estuvo Dios cuando ocurrió mi pérdida? Me gustaría compartir unas líneas del libro “EL DIOS EN QUIEN NO CREO”
DE Juan Arias: “Mi Dios es todo lo que el hombre ama. Pero es también y sobre
todo eso “distinto” con lo que el hombre sueña”… “Mi Dios empieza donde el ser humano dice:
‘Pensé que sería otra cosa’”… “Mi Dios está detrás de cada desilusón del hombre”…
“Porque mi Dios infinito no cabrá nunca en nuestros corazones y pensamientos”… “Pero mi Dios es una
fuente capaz de saciar la sed nueva de cada instante de nuestra vida. Es difícil mi Dios sin fondo, sin fronteras, sin medida,
para quienes no han sentido aún, como la samaritana, la sacudida ardiente de su presencia “única” y “distinta”.”(1)Ustedes,
hermanos de Betania, quizás estén más cerca que nadie de ese Dios grande y humilde, porque han podido experimentar y hasta
pronunciar las mismas palabras de Cristo en la Cruz: “¿Dios mío, por qué me has abandonado?” María de Nazaret, Nuestra Señora del Santo Rosario, definido por el Papa Juan XXIII
como el Evangelio de los pobres, estuvo allí, como ustedes, ante la muerte de su Hijo amado. Cuántas cosas pasarían por su
mente y Corazón. Cuanto recordaría aquellas palabras proféticas: Y a tí, una espada de dolor, te traspasará el alma. Ella,
meditando todas estas cosas en su Corazón amoroso de madre, no solamente ha dado vida al Hijo de Dios, sino a todos nosotros,
es la gran corredentora, la gran maestra del perdón, de la fe, del consuelo, y de la paz. Recemos el Rosario contemplando
a María Madre Dolorosa, fuente de paz y de consuelo, fuente de esperanza y camino a su Hijo Salvador. Que ella nos ayude a
todos a alcanzar la fortaleza, la sabiduría, la fe y la paz necesarias para sobrellevar el peso de esta cruz, de la pérdida
de un hijo. Con el cariño y comprensión de siempre, les bendice su hermano en Cristo,
P.Eduardo R.Jimenez Director del Departamento de Familia
. Bibliografía: (1) Arias, Juan. “El Dios En Quien No Creo”(Páginas 105-107).
(2) Salamanca: Ediciones Sígueme.
1994
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